Sobre mí
Recuerdo perfectamente aquella sensación. No era desagradable, pero sí algo incómoda. El hecho de sentir que no estás exactamente donde quieres estar, sentir que hay otro lugar, otra forma de vivir, pero no tener claro donde ni cómo.
Dos años duró la búsqueda de nuestro pedacito de tierra. Dos años viendo cientos de anuncios, visitando fincas y valorando mil detalles: ubicación, acceso, servicios, construcciones, instalaciones… y por supuesto el precio.
Y en mayo de 2014 lo encontramos. Sin agua corriente, sin luz, con una casita, una balsa y dos aljibes. Con un pedacito de campo de almendros delante y un bosque detrás. Recuerdo ver el mirador, con su mesa en el centro, los pinos alrededor, las vistas al mar y las montañas rodeándonos, y sentir: «-Es aquí.»
Y así, empezó la aventura.
